En Caravana a Mirasol

En Caravana a Mirasol

Ahora que la pandemia se había reducido mucho, por fin podemos ir con un grupo de voluntarios dedicados y entusiasmados, además ansiosos por ver la naturaleza espectacular en ese rincón de El Carmen de Viboral, de la que había hablado tanto. ¡No decepcionó!

Esta vista magnifica de cascadas altas y montañas sin fin se debe merecer. ¡Porque esto no es fácil! Es solamente para los guerreros y las guerreras que se levantan a las 4 de la mañana para salir a las 5, que aguantan alegremente 4 horas y media en carretera destapada y que están contentos con algunos ‘tostis’ para el desayuno y la cena.

Tres carros en una caravana, ¡Qué diferencia con el año pasado! De hecho, ahora que lo hicimos en grupo, me pregunté ¿Cómo lo hicimos el año anterior, Yecenia y yo solas? Conduciendo tanto tiempo sin ver a nadie, en áreas tan remotas donde ni entra la señal al celular… ¿Cómo nos atrevimos? Debe haber sido por determinación y gracia…

Una vez llegados, algunos hombres de la vereda nos esperaron listos con sus mulas para llevar los regalos y las donaciones al punto de encuentro abajo en  el valle.

Nosotros seguimos a pie, la mayoría todavía no consciente de lo que les esperaba en el camino; el pantano, las piedras, algunas subidas y muchas bajadas lisas; pero también la vista espectacular, las quebradas de agua clara y al fin – por supuesto – la recepción de los niños y sus familias en la vereda Mirasol.

Por razones misteriosas había muchos niños enfermos. Nos garantizaron que no era por Covid-19, si no porque una brigada de vacunación había llegado a la vereda algunas semanas antes. Sin embargo, por cada niño o niña que no pudo asistir, estaban los hermanos, hermanas y padres. Dejamos los regalos con ellos, pues no queríamos que los perdieran sin tener la culpa.

Después de desempacar los costales y decorar la cancha, empezó la fiesta, con Maestro de Ceremonia incluido. Con mucha alegría y una competencia amigable y feroz a la vez, los niños participaron en los juegos. Hasta los padres se animaron e hicieron su propia carrera de costales para ganar los premios para sus hijos. Lo más importante, sin embargo, fue el compartir la alegría y la hermandad.

Los regalos, por supuesto, fueron bien recibidos y muy apreciados. Rifamos las botas que son tan útiles en este entorno y las donaciones de ropa y zapatos de segunda mano también fueron aceptados con gratitud.

Cuando todos se retiraron para regresar a casa, con los voluntarios disfrutamos un almuerzo cocinado en leña, y más de una porción de mazamorra. Llenos y contentos nos esperaba la subida al carro en mula que – aún es menos esfuerzo que subir a pie como algunos valientes lo hicieron – tiene sus propios retos.

De regreso, paramos en San José, donde otras 3 veredas se habían unido para el evento. Cuando llegamos había un grupo de cuatrimotos, también con regalos. Llamaron a los niños de San José, entregaron los regalos y todo se terminó en una cuestión de minutos, mientras nosotros inflamos globos, decorando la cancha y repitiendo el mismo protocolo: los juegos, los regalos, la rifa y al final las donaciones, ¡Pero esta vez ya bien cansados!

Qué gusto poder compartir con nuestros voluntarios tanta alegría en las veredas lejanas, pero también hubo mucho esfuerzo invisible. Este año hemos entregado regalos a 220 niños y niñas en 9 veredas, todos elegidos según la edad y el género, con nombre en la etiqueta. Es decir, un trabajo de cientos de horas de voluntarios, y por esto – en nombre de las comunidades beneficiadas y las personas que han donado a este proyecto – ¡¡¡GRACIAS!!!

 

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